Peregrinación a Luján

Martín Fierro de Radio

Es productor avícola integrado en Baradero, Buenos Aires. A la vera de la autopista Buenos Aires-Rosario tiene su granja de pollos, que inició hace 15 años, cuando su trabajo como técnico mecánico en una empresa autopartista transitaba su última etapa y, jubilación futura mediante, quería proyectarse activamente en su nueva vida, en un negocio rentable.

Hoy tiene 76 años y desde aquel primer galpón tipo túnel (12 x 150 m, automatizado, con circulación de aire controlada y extractores de aire ubicados en ambos extremos), con los años construyó otros 5 más, todos automatizados, siendo el más reciente de última generación del tipo “black out” y, actualmente, ya va por el 7°, aún en obra.

“Tenía un amigo con unos galpones y me entusiasmé con la posibilidad de dedicarme a la avicultura”, hoy su actividad cotidiana, tal como la cuenta Jorge Jacquet. Tiene 140.000 pollos en engorde, en sus 6 galpones operativos, a razón de 23.000 a 25.000 en cada uno, según sean de túnel o “black out”, con comederos y bebederos automatizados, que llevan directamente el alimento y el agua de bebida a los pollos.

Cada ciclo de engorde dura de 42 a 44 días, cuando en 1 o 2 jornadas, salen rumbo a la planta de faena los pollos de unos aproximadamente 3 kg de peso vivo. Al quedar vacíos los galpones, se levanta y se composta la cama. Posteriormente, tras un período de entre 16 y 24 días de desinfección sanitaria, reposición de la cama con cáscara de arroz, y reacomodamiento de comederos y bebederos, las instalaciones ya están listas para recibir nuevos pollitos bebé para engordar.

“Recibo los pollos con 3 a 4 horas de haber nacido, con una temperatura de 32 grados en el galpón, que va bajando a medida que los pollos van creciendo. Cuando llegan, se habilita medio galpón (los pollitos aún son muy chicos) y cuando ya han crecido, a los 14 a 16 días, se habilita toda la superficie para el engorde”, explica.

Desde que comenzó en el negocio avícola, Jacquet es productor integrado de Soychú, uno de los frigoríficos avícolas más importantes de la Argentina. El esquema de los productores integrados, similar para cualquier empresa avícola, implica que esta le provee el alimento, la cama y los pollitos bebés para engordar, además de hacer un seguimiento del proceso con personal especializado y darle la asistencia veterinaria, ante cualquier contingencia sanitaria. En tanto, el productor o granjero integrado presta el servicio de hotelería o alojamiento de los pollos, corriendo con la inversión en instalaciones, mano de obra y energía (gas para calefacción y electricidad para ventilación e iluminación).

“Tengo 5 galpones tipo túnel, donde el granjero, de acuerdo a la temperatura y humedad ajusta la circulación del aire, para que los pollos crezcan confortablemente. Y el más nuevo es tipo ‘black out’, donde los pollos están en semi penumbra y más relajados, y se controla mejor la temperatura. Así pueden engordarse más animales por metro cuadrado”, explica Jaquet.

Todos los galpones automáticos, tienen un controlador lógico programable o PLC (por su sigla en inglés), que programa las condiciones de aireación, calor y luz para los 42 a 45 días que dura el ciclo de engorde. Por ejemplo, de acuerdo con la luz artificial recomendada para los pollos, a lo largo del ciclo, controlan un “dimer” que baja la intensidad lumínica a partir de los 7 días de edad de los pollitos. También encienden y apagan las estufas según la temperatura requerida en las distintas etapas del engorde y suben o bajan las cortinas.

Actualmente, la conversión alimenticia oscila entre 1,60 y 1,90 kg de alimento por kg de pollo vivo producido, correspondiendo la mejor conversión a los galpones “black out”, que brindan condiciones de mayor eficiencia. Así, con un aumento de peso diario promedio de entre 60 a 70 g, los pollos llegan a faena, tras 42 a 45 días de engorde, con un peso vivo que ronda los 2,9 a 3 kg.

Con sus 6 galpones en funcionamiento, y aún con el más nuevo “black out”, Jacquet no se quedó conforme y hace 3 años atrás viajó a los EE. UU., donde en Atlanta visitó granjas y la Unidad de Avicultura de la Universidad de Georgia, donde certifican la eficiencia de los extractores y normas para la construcción de los galpones eficientes.

Con la asistencia técnica y financiera de la empresa para la que vende su producción, está construyendo su 7° galpón con esos criterios de eficiencia. “El nuevo galpón tiene extractores más eficientes. Va a tener más controles. La actual computadora que funciona en el galpón “black out” controla 25 parámetros: la del nuevo que estoy construyendo controlará 50. Ahora dispongo de 3 sensores de temperatura. En las nuevas instalaciones, tendré 5 sensores en toda la superficie del galpón, que permitirá uniformar la temperatura y mejorar la velocidad de circulación del aire, algo muy importante para el bienestar animal de los pollos”, explica.

Sobre la avicultura industrial, Jacquet enfatiza en algo clave: “Automatizando los procesos, se hacen más eficientes las tareas rutinarias y más competitivo el negocio”. Y detalla que “para hacer un galpón ‘black out’, con capacidad para unas 30.000 aves, se requiere una inversión de 8 a 9 dólares por ave, que se repaga con la producción de pollos de 8 a 10 años. Hoy el negocio es rentable y en nuestro caso los “black out” significaron un aumento de la rentabilidad de 2 a 3% sobre el capital invertido”.

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